La huerta y yo somos viejas amigas, hemos compartido mucho tiempo juntas y de ella he aprendido muchas cosas. He aprendido a ver la unidad en la diversidad y la importancia de que cada especie tenga su sitio y sus peculiaridades, aunque la nutra la misma tierra.
Los seres humanos somos muy reacios a esa unidad. Nos relacionamos desde las ideas y pasamos el día juzgando y rechazando a todo aquello que no esté de acuerdo con ellas. Convertimos nuestras vidas en campos de batalla.
A la huerta me acerco sin exigencias porque he descubierto que mis manos son sólo uno de los muchos factores necesarios para que las semillas fructifíquen y den frutos.
A la huerta me acerco sin exigencias porque he descubierto que mis manos son sólo uno de los muchos factores necesarios para que las semillas fructifíquen y den frutos.