viernes, 8 de enero de 2010

La rendición de la mente


 

Esta mañana, mientras paseaba por la playa, a la orilla del mar, percibía la facilidad con que la mente se rinde ante la belleza, ante la grandeza de la naturaleza, ante todo eso que nos muestra sin enmascarar la totalidad de su esencia, adopte la forma que adopte. A los seres humanos nos cuesta mostrar nuestra esencia, la mantenemos oculta tras montañas de ideas. No sabemos vivir en unión directa con los hechos, necesitamos filtrar todo a través de pensamientos, de conceptos, mirando, comparando, juzgando y eligiendo, evidentemente, en beneficio propio. ¿Porqué se habrá producido esa desconexión del ser humano con su esencia? El mundo sensual, el que nos entra a través de los sentidos, a través del tacto, del oído, de la vista..etc, nos puede producir un gran goce, pero es un placer momentáneo y a expensas de las limitaciones que puedan existir tanto en el sujeto como en el objeto de él. 

Nos resulta fácil comprobar como cualquier experiencia tanto placentera como dolorosa tiene su corto espacio en el tiempo, pues realmente terminaría ahí, si no fuera que el pensamiento le sigue dando continuidad a través de la memoria. Pero en lo relativo al mundo de la imaginación, de las ideas, eso es interminable. El pensamiento puede crear y recrear mundos en una continuidad sin fin. Y los seres humanos hemos descubierto ahí un filón que nos permite encontrar tantas interpretaciones a la vida como queramos imaginar, tengan o no tengan nada que ver con la vida real. De ahí su enorme atractivo, su poder seductor y lo complicado de poner freno a tanto desmán. 

Comprender que tanto los sentidos, como toda esa estructura mental de pensamientos y emociones que conforman nuestra naturaleza humana, están a nuestro servicio en tanto exista un cuerpo que los sustente, exige desde el momento que ya nos descubrimos como Conciencia, el que nos responsabilicemos de ellos. Para que la forma deje de ser un problema y se convierta en un fiel servidor de la conciencia, ha de estar en orden. Porque en el día a día podemos apreciar como son los tirones de todos aquellos nudos que hemos dejado sin resolver, los que una y otra vez nublan nuestro estado original. 

Para ir más allá del cuerpo debe de estar sano, para ir más allá de la mente, debe de tener la mente en perfecto orden. Usted no puede dejar un desorden detrás e ir más allá. Él le anegará como una ciénaga. (Nisargadatta) 

Mantener el cuerpo saludable, puede ser fácil si ponemos de nuestra parte un mínimo de respeto en la forma de alimentarnos, de hacer ejercicio, de respirar, y de adecuar nuestro ritmo de vida. Pero en lo relativo al mundo de la mente y de las emociones, habrá que desenredar el ovillo para descubrir sus estructuras, y ver de que forma se han adueñado del cuerpo a través de todo un pasado genético, cultural o social.  Y eso nos exige entrega, porque si entendemos el conjunto de este organismo como el resultado de la interacción de esos cinco elementos que están dando forma al universo entero, mientras no exista un equilibrio entre ellos, difícilmente habrá tampoco la quietud necesaria para que empiece a brillar esa Conciencia y Amor que en esencia somos.

Hemos permanecido demasiados años viviendo en la jaula de un ego, de un concepto, en la estructura de un "mí", y hay un enorme miedo a ese vacío que se presenta cuando se pretende dejar todo eso atrás. Pero la belleza de vivir consiste en eso, en ese fluir y en ese cambio que es el amor del Ser, equilibrando y haciendo que lo oscuro camine hacia lo claro. Y al igual que hemos aprendido a vivir identificados con la forma, hay que saber vivir no-identificados con ella, con la maestría sobre ella, sin negar ni reprimir nada, porque ya sabemos que el contenido de todo lo conocido es la frontera de lo no-conocido, que en esencia somos.