domingo, 17 de enero de 2010

Una vida consciente




Con la tranquilidad y la perspectiva que me han aportado las mini-vacaciones que he disfrutado estos últimos días, he podido estar atenta a toda esa vida que se escapa habitualmente de forma inconsciente, desde que al levantarnos por la mañana nos revestimos de una imagen para relacionarnos con el mundo.
 

Desde el momento que salgo a la calle sintiéndome "fulanito" o "fulanita", con una serie de actividades a desarrollar en el trascurso del día, ya sea en el trabajo, o en la casa, o en mis relaciones, o simplemente en ese tiempo que pretendo sacar para el ocio, toda esa agenda, todo eso que pretendo llevar a cabo durante el día, toma su cuota de poder al convertirse un fin en sí mismo y en esa dinámica e inmersa en lo que hago, o en los resultados que pretendo conseguir, me estoy olvidando de lo más importante que es del " cómo lo hago " 
¿Es la acción que parte de mí, expresión de lo que soy? 
¿Está teniendo en cuenta no sólo a mí cuerpo sino al universo entero? ¿Sale con la conciencia y desde el lugar adecuado, o es producto del enredado entre objetivos y resultados? 

Aportar conciencia al mundo de la acción y al mundo de la relación es el gran reto. Los hábitos y los condicionamientos sociales siempre nos querrán llevar al huerto, imponer su forma superficial de vida y sus prisas y ansiedades por conseguir objetivos. Saber desenvolverse en todos esos ambientes en los que predomina la inconsciencia, permaneciendo despierto y siendo en todo momento lo que uno es, pura Conciencia de Ser y de Amar, tiene que ser una labor prioritaria en lo que concierne a nuestra responsabilidad con la sociedad. 

Para que tenga lugar esa trasformación interior, en donde ya el movimiento en la relación se produce sin interferencia del pensamiento y de la emoción, ha habido que acostumbrar previamente a la mente, a que deje fluir eso que viene del interior sin distorsiones. Y así, ya no importa en donde ni con quién estemos, si en la oficina, si en el súper, si entre el ruido de lugares o personas que nos muestran su falta de claridad o sus hábitos poco saludables, porque ya no interponemos esa imagen que creaban las preferencias ni la separación. Simplemente estamos ahí, aportando luz y calor a la situación. Esa inversión es necesaria para vivir desde la madurez, y desde nuestra vivencia de Ser, ser nada y ser nadie, y así aparecerán también las respuestas correctas, las que fluyen de ese vacío, que es el movimiento del amor reconduciendo y enderezando cada situación. 

Abandonado ya lo viejo, la vieja imagen o identificación personal que sólo entiende de reacciones... Cuando comprendemos que toda esa inconsciencia que induce a andar corriendo, entre prisas, o tener que llenar el día de actividades, se puede corregir fácilmente sabiendo adecuar el consumo y el gasto de energía a las necesidades reales, veremos como toda esa ansiedad desaparece pronto, con un simple ajuste de hábitos de conducta. 

Para poder moverse en medio de la tensión y el ruido, sin ser afectados por ellos, los nervios deben de estar templados y toda la estructura mental y emocional apaciguada. Una dieta sana y moderada, la respiración siempre amplia y consciente, el ejercicio físico y una relajación adecuada, muchas veces hacen milagros, y facilitan ese silencio tan necesario de todas las estructuras. Y así ya habremos hecho nuestra parte, que es librar al universo de un enredo. Y a partir de ahí, ya es ese amor expresándose, el que en el día a día, y en medio del ruido y la tensión del mundo, permite que aportemos nuestro granito de arena para construir una sociedad en donde ya empiece a ser más importante el SER, que el tener.