martes, 21 de junio de 2011

COHERENCIA









A veces sucede que nuestra apertura a la luz pasa por etapas en donde se manejan muchas ilusiones, pero pocos hechos. Nuestro interés debería de llevarnos a contrastar pronto el mundo de las palabras, dándoles su recorrido y finalidad al ponerlas en la acción.



En los asuntos cotidianos, somos mucho mas concretos y funcionales. Sabemos que sólo la práctica nos da la seguridad sobre si una cosa está correctamente hecha o no. En la medida que cocinamos, hacemos gimnasia, cosemos, limpiamos, conducimos el coche, hacemos esto o lo otro, afianzamos y ejercitamos nuestras capacidades naturales, y ellas dan la medida, en todo momento, de si lo que hacemos, lo hacemos de la manera adecuada o no. Y esa acción ya señala el siguiente peldaño, que es corregir errores o moldear las incidencias que se vayan produciendo.



¿Hacemos lo mismo en otros aspectos de la vida? ¿Aplicamos el mismo criterio al trabajo interior? Dar un tiempo a la comprensión como se lo damos a los libros de cocina. Y que sea nuestra propia andadura la que señale en cada instante cual está siendo nuestro posicionamiento, ese que detecta todo aquello que queda por soltar.



Cuando nos preguntamos
¿Qué impide vivir este mismo instante con toda la conciencia abierta y desplegada?
¿O qué impide soltar el nivel de la consciencia y abrirse al espacio vacío del que ha surgido?
vemos inmediatamente los anclajes a los que nos aferramos dándoles realidad.



¿Y a qué se le da realidad?
A las ideas, a las emociones, a los pensamientos, a todas esas cosas que forman parte del funcionamiento de la vida, pero que asociamos, por inadvertencia, a una entidad puramente mental, separada del conjunto y a la que llamamos “yo” o “mi”. Damos realidad al contenido de la consciencia y nos olvidamos que somos la consciencia misma.



La comprensión señala que estamos siendo en todo instante una Conciencia que imparte Realidad a las cosas y no al revés. Que no son las cosas ni las personas las que nos dan realidad a nosotros. Y así comienza ese fluir entre el ser todo y ser nada del que habla Nisargadatta cuando dice “El amor dice: Yo soy todo. La sabiduría dice yo soy nada. Entre ambos fluye mi vida. Y puesto que en cualquier punto del tiempo y del espacio puedo ser ambos, el sujeto y el objeto de la experiencia, lo expreso diciendo que yo soy ambos, ninguno, y estoy mas allá de ellos.



La viviencia de ser todo, de ser la potencialidad pura, de ser el origen y la fuente de toda experiencia , habrá de verse reflejada en hechos. Entender que toda experiencia es sólo una proyección de la Realidad que somos, que ocupa de forma momentánea el campo de la consciencia, trasforma de manera sustancial la manera de vivir. Si somos la vida, si nos es propia toda la manifestación y nada es ajeno, ¿dónde quedan las divisiones y las separaciones? Somos creadores y responsables de su discurrir desde sus aspectos mas tenebroso y oscuros hasta la mayor y mas perfecta lucidez. No hay por lo tanto lugar ni para la repulsa, ni para el abandono ni para la pereza.




De lo que sí habrá que ocuparse, por simple Coherencia, es de no permitir que se asiente esas nubes que oscurecen este entendimiento e incitan a actuar sin tener en cuenta esta visión de unidad. Y por eso la atención despierta estará alerta a esos momentos en que se acercan y cruzan , pensamientos o emociones, que aunque vengan disfrazados de buenas intenciones, hagan olvidar este hecho esencial.