miércoles, 9 de enero de 2013

Como una Ola


Nací y pasé mi infancia al lado de una playa de grandes olas, y como el resto de niños de mi edad aprendí pronto a entenderlas.


Las olas pequeñas jugábamos y disfrutábamos saltandolas.
Si las olas eran medianas nos gustaba tirarnos en plancha delante y aprovechar su fuerza para llegar con ellas hasta la orilla. 
Pero cuando la mar estaba más brava y se acercaban olas de tamaño considerable la opción más inteligente siempre era dar un bote y sumergirnos hasta el fondo a donde no llegase su enorme poderío y esperar unos segundos a que pasase para volver a salir a la superficie.

Y eso para mí ha significado una enseñanza muy útil en las cosas del vivir, pues la parte más superficial de la conciencia siempre la he relacionado con el movimiento de las olas, y  me he servido de las mismas opciones:

O lo que acontece lo tomo como un simple juego y disfruto siendo uno con ello. 
O aprovecho la propia energía para volver a  “a casa” con ella. 
O me sumerjo en las profundidades del SER, en donde permanece inmutable un espacio de paz insondable, que no es tocada ni alterada aunque los remolinos de la superficie intenten distorsionar con su fuerza ciega.