miércoles, 30 de septiembre de 2009

La huerta y yo




La huerta y yo somos viejas amigas, hemos compartido mucho tiempo juntas y de ella he aprendido muchas cosas. He aprendido a ver la unidad en la diversidad y la importancia de que cada especie tenga su sitio y sus peculiaridades, aunque la nutra la misma tierra.

Los seres humanos somos muy reacios a esa unidad. Nos relacionamos desde las ideas y pasamos el día juzgando y rechazando a todo aquello que no esté de acuerdo con ellas. Convertimos nuestras vidas en campos de batalla.

A la huerta me acerco sin exigencias porque he descubierto que mis manos son sólo uno de los muchos factores necesarios para que las semillas fructifíquen y den frutos.

Y cuando no hay expectativas, no es necesaria la imaginación, y ya no se ponen en marcha las ideas que nos hacen vivir sólo desde la cabeza. Y cuando el centro deja de ser la cabeza, podemos sentir que nuestro cuerpo se expande hasta abrazar el universo entero.

El deseo ¿Quién desea?




Cuando el deseo llama a la puerta y la mente crea mundos para poder darle curso, surgen la división y el conflicto.
 

Pero ¿No es el deseo parte de la energía de la vida? 

Por lo tanto el problema no es tanto el deseo, sino lo limitado y estrecho de sus miras.

Si el deseo tiene en cuenta el crecimiento del universo entero, es que fluye en la dirección correcta y por los canales adecuados, por lo que estará trabajando alineado con la vida y se ha convertido en una cuestión de amor que busca expresarse. 

Son los deseos que sólo miran el beneficio de un pequeño "yo", en los que habrá que ir profundizando hasta descubrir la carencia a la que apuntan. Porque cuando  investigamos esa carencia y encontramos la falsedad del personaje en que se sustenta, podemos retroceder hasta descubrir su fuente. 

Así que siempre será la pregunta de ¿quién desea? la que nos dirige en la dirección correcta.