domingo, 18 de mayo de 2025





¿Realmente estás solo… o solo te sientes así?

Dicen que si te sientes solo estando solo, es que no estás en buena compañía. Esta frase, que parece tan simple, encierra una verdad profunda. Y hoy quiero reflexionar sobre esa llamada soledad, pero no tanto como hecho, sino como sentimiento.

Soledad: ¿hecho o interpretación?

Es cierto que la soledad a veces es simplemente un hecho: se está solo, sin compañía física. Pero el sentimiento de soledad no depende necesariamente de eso. Todos, en algún momento, hemos atravesado etapas de aislamiento sin sentirnos realmente solos… y otras en las que, rodeados de personas, nos ha invadido un profundo vacío interior.

Esto ocurre porque el sentimiento de soledad es una construcción mental. Una percepción que puede aparecer tanto en la presencia como en la ausencia de otros.

¿Cuándo aparece el sentimiento de soledad?

La soledad como malestar suele surgir cuando nuestra atención se centra excesivamente en el cuerpo, en sus carencias, o cuando la mente busca con ansiedad algo externo a lo que aferrarse para sentirse segura y completa.

Desde esa perspectiva, quien se percibe como separado se siente incompleto, y busca desesperadamente fuera lo que cree que le falta dentro.

Salir de la rueda

¿Qué pasa cuando optamos por no seguir girando en esa rueda mental?
Comenzamos a abrirnos a una nueva posibilidad: dejar de vivir bajo el dominio de los miedos y exigencias de la mente.

Expandimos nuestro campo de conciencia más allá del cuerpo. Empezamos por incluir nuestro entorno más próximo, pero poco a poco vamos abarcando una totalidad mayor. No solo lo que nos agrada, sino también aquello que nos incomoda, nos provoca rechazo o no sintoniza con nuestras ideas o emociones.

Un espacio sin fronteras

Cuando dejamos de identificar como propios los pensamientos que refuerzan la idea de un "yo" separado, las fronteras internas comienzan a disolverse. Ya no limitamos nuestras percepciones a lo corporal ni etiquetamos cada experiencia como “mía”.

Así, poco a poco, se desvanecen las barreras que nos separan del resto del universo. Y ese universo no se limita a las personas: lo incluye todo. Lo suave y lo áspero, lo brillante y lo oscuro. Todo forma parte de la misma totalidad.

Más allá del "yo", sin miedo

Es muy enriquecedor no temer esa experiencia. Comprobar por uno mismo que dejar de ser “alguien” no es perderse en la nada, sino abrirse a una plenitud serena, luminosa y llena de afecto hacia todo.
Una experiencia que no es fría ni abstracta, sino cálida, viva y profundamente transformadora.