Cuando el Amor de la Sabiduría nos invita a ir clarificando e integrando todos los aspectos del vivir, para dar plena atención a un presente de hechos, no de imaginación ni de memoria, la relación con la vida se vuelve fresca, espontánea y llena de inocencia.
El conocimiento y la comprensión nos indican la puerta para salir del error y de los hábitos, y nos señalan hacia todo aquello que nos queda por soltar. Pero dar la bienvenida a lo Real es como aprender a nadar, hay que despojarse del traje, lanzarse al agua, zambullirse sin ninguna certidumbre y obtener de primera mano la vivencia de la libertad.
Las "prácticas espirituales", en las que algunas veces nos apoyamos, nos pueden ayudar a un contacto más íntimo con nuestro yo interno.... y por eso meditamos, nos relajamos, hacemos yoga...alguna que otra austeridad.....y eso está bien en la medida que purifica y prepara al organismo para su encuentro con lo Supremo. Pero a veces ocurre, que después de algún tiempo, si somos honestos, nos encontramos constatando lo poco que se ha trasformado nuestra vida y lo poco que se ha purificado nuestra mente.
¿Y que es lo que puede estar pasando?
Pues sencillamente, que aún seguimos contaminados con la idea: "yo soy el cuerpo", e involucrados en sus propios intereses. Aunque el cuerpo se haya vuelto "un poco más espiritual".
Y también puede ser, que no estamos poniendo el empeño suficiente, para que nuestras acciones en la vida diaria, sigan el camino de nuestra comprensión y expresen el entendimiento, de que "yo no soy el cuerpo".
Por eso seguimos ofuscados en el mundo de opuestos, sin permitir que lo Real integre a la persona que creemos ser, en el Ser impersonal que en realidad somos, y restablecer así la unidad primordial entre el buscador y su búsqueda.
Por eso, no importa mucho lo que hagamos, mientras sigamos olvidándonos de lo importante. Mientras no nos desprendamos de la idea de ser una persona. Mientras no soltemos el hábito de vivir, pensar, sentir y responder desde la posición de un "yo pequeño", independiente y con voluntad propia. Y permitamos que sea nuestro SER impersonal el que se haga protagonista principal de una vida en donde lo personal, aparece sólo cuando se le necesita y como una simple proyección.
Y así la vida fluye ya, sin barreras de separación entre ambos, y sin diferencias entre lo exterior y lo interior.
El problema a vivir una vida así de sabia, siempre lo plantea el miedo. Miedo a soltar el terreno conocido de la mente.
¿pero, que sucede realmente cuando aflojamos esos límites de la forma?
Cuando dejamos atrás el foco de atención limitado a un sólo cuerpo, y nos abrimos a una conciencia mucho más amplia, nos encontramos con un cuerpo mucho más grande de lo que creíamos. Que resulta que nuestro cuerpo es universal. Que todas esas cosas que atribuíamos a un mí.......qué si estas son mis ideas....o estos mis sentimientos.....o mis deseos.....mis éxitos o mis fracasos.., en fin, que todo eso que nos hemos preocupado en cuidar y defender durante tanto tiempo, como algo propio e individual, resulta que no es tan propio e individual como pensábamos. Ahora entendemos que todo eso forma también parte del funcionamiento de mi vecino, de mis amigos, de mi familia, ..en fin, de la humanidad entera.
O sea que el funcionamiento del universo se vale de las ideas, de los sentimientos....hace que la vida crezca y se desarrolle a través de los deseos....y ella misma genera la energía necesaria para satisfacerlos. Ese es el universo que todos experimentamos y en el que no hay nada separado de la totalidad. Así que nosotros somos ese universo...esa fuerza y dinamismo de la vida sucediéndose en un fluir constante de imágenes y de experiencias.
¿Y entre imagen e imagen, entre experiencia y experiencia? ¿Qué hay en esos espacios en blanco en donde la consciencia no experimenta? ¿Cuál es el hilo conductor?
Porque en nuestro estado de vigilia percibimos nuestro espacio interior invadido por multitud de pensamientos y de sentimientos. Pero también percibimos momentos de quietud, en donde el espacio permanece vacío..
¿y qué sucede entonces? ¿Hay lapsos en la consciencia?. Es evidente que no. El hilo conductor que es nuestra Conciencia en Sí, sigue presente, como Testigo silencioso, al igual que en el sueño profundo. Un espacio único en donde coexisten la experiencia y la ausencia de experiencia, pero sin ser afectado por ninguna de las dos.
¿ Podremos describir ese vacío?
Lo que sí podemos es ir constatando como se trasforma nuestro vivir con la estabilidad y la quietud de la mente que él nos trae.
Veremos como las emociones negativas se van disolviendo, al ir integrando esa mitad de la vida que no nos gustaba y las pasiones se van apaciguando, al no demandar de un exterior una felicidad o una paz que ya reconocemos inherentes a nosotros mismos.
¿Y que nos queda? Nos queda la sencillez de SER, la dimensión en la que no existe tiempo ni espacio, porque todo tiene lugar AHORA, y la unidad y el Amor con todo lo creado.
Y eso trae orden y equilibrio a la Vida. Trae la calidez y la pureza de la inocencia, y la humildad del no saber.
Cita Nisargadatta : Sólo existe un Ser, la Realidad Suprema, en la cual lo impersonal y lo personal son uno.