A veces, preferimos esconderlas para no verlas. O buscamos lugares idílicos que nos hagan olvidarnos de todo aquello que no nos gusta. Pero las cosas nunca se solucionan cuando queremos dar un paso, antes de limpiar el anterior. Dice Nisargadatta: Recoja su basura es una ley universal y parece ser una ley muy justa.
Cuando entendemos que la espiritualidad no sólo no permite evitar la parte de la vida que no nos gusta, sino que al contrario nos invita amorosamente a descubrir el porqué de este hecho, empezamos a darnos cuenta de que realmente vivimos identificados con el movimiento de la mente y con el contenido de nuestras vidas. Y que mientras eso es así, el resultado siempre es el sufrimiento y la resistencia.
Y entonces sentimos que la paz, la alegría, el amor o la bondad que emanan de nuestro interior, muestran la dimensión de la lucidez.
Sabemos ya que toda comprensión debe de buscar expresarse en la práctica, Por eso es tan importante mantenerse atentos y lúcidos en cada acción, para que nuestros actos reflejen nuestra realidad interior.
Y deja de tener sentido entonces realizar las tareas a toda prisa de forma automática e impulsiva, para querer hayar después un respiro en la meditación o con algunas lecturas inspiradoras. Y no es que eso no sea también importante, pero cuando hay madurez en el entendimiento, el siguiente paso, ya nos conduce a convertir nuestra vida en meditación.
Y cualquier actividad que llevemos a cabo, por pequeña o poco valorada que sea, ya es expresión de nuestro Ser, lleva nuestro sello, el sello de nuestra realidad.
Y aún así, nos encontraremos de vez en cuando, con situaciones en donde se actualizan sucesos que por inesperados, impetuosos o difíciles, nos plantearán otros retos.
Tendremos que estar alertas en esas circunstancias, para saber pararnos y atestiguar que lo que aflora, son los estados negativos asociados a ciertas emociones, que toman la forma de crispación, visceralidad, impulsividad, insatisfacción, preocupación, frustración...
Pero mientras permanezcamos conscientes, sin olvidar nuestro espacio interior, la conciencia impersonal que en todo momento somos y en donde todo eso aparece, impediremos la aparición de ese “pepito grillo” del ego que se alimenta y vive a costa de ellos.
Si estamos realmente tan hartos de nuestro exceso de visceralidad, de emocionalidad o de imaginación, hay que encontrar la manera de que dejen de seguir llevándonos al huerto.
Siempre tenemos la buena ayuda de la respiración. Porque al respirar relajada y conscientemente podemos calmar las energías dispersas y poder dar entrada a otro tipo de cuestionamientos como:
¿A quién le sucede todo eso? ¿que hay más allá del mundo emocional?¿Quién es el que rechaza? ¿Quién es el que disfruta?