La lluvia con su cántico en los
cristales resuena como una llamada a la introspección. Me
recuerda el necesario equilibrio de los cinco elementos que componen
la manifestación, con su cambio y renovación constante.
Perdidos en nuestro espacio mental, nos
olvidamos de que la vida es una continua danza y pretendemos tener
todo sujeto y bajo control. Y de ahí el sufrimiento y las miles de
estrategias que generamos para sobrevivir en un mundo que es de
nuestra entera creación.
Por eso hay que enseñar a la mente a
parar. Que aprenda a convivir con lo impermanente y cambiante como el
agricultor aprende a convivir con las estaciones, porque sabe que
cada una es necesaria para el equilibrio final.
Porque una mente tranquila, una mente
flexible y colaboradora no deja de ser una bendición....
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