Sabemos que cuando nos encontramos mal físicamente, o simplemente cuando estamos
interesados en mantener la salud natural del cuerpo, acudimos a un especialista
que nos asesora sobre la mejor manera de mantenerla o recobrarla. Y así aprendemos
que la mejor medicina empieza por vigilar o reformar la forma que tenemos de
alimentarnos. El daño que sufren los órganos con nuestras dañinas costumbre, se
puede subsanar prescindiendo de ciertos
alimentos poco saludables, y también cambiando substancialmente la forma en la
que nos acercamos a la comida, que en muchas ocasiones, responde más a aspectos
emocionales y a nuestra dependencia sensorial a ciertos sabores, que a nuestras
necesidades reales.
Esos cambios inteligentes que ponemos en marcha, nos invitan a estar mucho
más conscientes a todo aquello, que antes, por comodidad o falta de
información, ingeríamos. Y ya sabemos por experiencia, que ese trastoque de
hábitos, no será cuestión de un día, sino que hay que armarse de constancia y
paciencia para que poco a poco se vayan constatando los resultados.
De manera igual, cuando notamos cierta insatisfacción, como que algo falta
en nuestro fuero interno y en la manera que nos han contado las cosas, y nos
ponemos en marcha en busca de una Felicidad que intuimos, (no esa que va y
viene según nuestros estados emocionales, y que sólo es flor de un día y otro
disfraz del “yo”), salimos en busca de
un maestro (interno o externo), que nos señale
el camino más adecuado y que nos aconseje sobre cual será la mejor medicina para
liberarnos de nuestros males.
Y esa medicina que nos aconseja, va a incluir también, como primera medida,
el desprendemiento de todo lo innecesario. Y lo innecesario son las falsas
ideas, los falsos recuerdos, y todo aquello que servía a los intereses de un “yo”.
Así que probamos la dieta, yo diría la dieta del ego, la dieta del “yo”, y descubrimos
de primera mano como era persona, o nuestra identidad con ella, la que oscurecía
la bienaventuranza y belleza de nuestro estado natural. (No una bienaventuranza
que disfrute nadie, sino la bienaventuranza de no tener que cargar ya con todo
tipo de erróneos personajes)
¿Y porqué la persona? Pues nada como ir a la fuente y tomar prestadas las
palabras de Nisargadatta.
“ Pregunta ¿Por qué sigue desechando a la persona como si no tuviera
importancia? La personalidad es el hecho primario de nuestra existencia. Ocupa
todo el escenario.
Maharaj : Mientras siga sin verla como un mero hábito, construido en la
memoria, movido por el deseo, seguirá creyendo que usted es una persona,
viviendo, muriendo, sintiendo, pensando, activa, pasiva, contenta o disgustada.
Pregúntese usted mismo: ¿es así? ¿quién soy yo? ¿que hay detrás y más allá de
todo esto? Y pronto descubrirá el error”
Y si así lo hacemos, y tenemos la
suerte de descubrir el error, tocará cambio de hábitos, porque si no, no va a cambiar
nada. Si en la alimentación hemos dejado todo lo innecesario, para que el
cuerpo recupere su salud, La maduración interna también nos invita a desprendernos
de las falsas identidades para ir asentándonos en una Conciencia más amplia,
más espontánea, en Presenciación Plena y en una simple e impersonal viviencia
de SER.
Y así ponemos a trabajar la Conciencia, y no la mente (la que crea los
personajes), y lo hacemos con mucha humildad,
pues ya sabemos que el orgullo y la falsa autoproclamación, son los enemigos
más destructivos del buscador
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