Estuve paseando a la orilla del mar. De
este mar del norte que cuando se embravece ofrece un espectáculo
hermoso, con la grandes fuerzas de la naturaleza en estado puro
luchando por equilibrar sus energías. Igual que la gran belleza del
cielo en los días tormentosos dibujando con las nubes todo tipo de
formas y colores.
Pero me parece que la sociedad de la
opulencia nos está apartando cada vez más de vivir en contacto con
los elementos y con los cambios propios de cada estación. Nos
ofrecen vivir en una eterna primavera en Bali o en Cancún, al igual
que la cirugía nos ofrece vivir en una eterna juventud, para
estimularnos a consumir una vida siempre soleada, joven, cómoda y a
ser posible bronceada.
Pero yo creo que afrontar con espíritu
aventurero las inclemencias propias de cada estación, vivir y
respirar con plenitud en medio de la lluvia, al frío y el viento,
nos capacita para afrontar esas otras estaciones, con sus cambios, fríos y calores, tormentas y calmas...etc, que son inevitables en la
vida de cualquier ser humano.
Porque la vida es ese espectáculo que
sucede mientras nosotros andamos ocupados preparando futuros que
la mayoría de veces no acaban por llegar.
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