Me he preguntado algunas veces, cuantas historias han de
trascurrir en el espacio de nuestras vidas, como si de una gran obra de teatro
se tratase! ¡Y qué suerte de deseos nos habrán hecho venir a intentar realizarlas!.
Y , mientras tanto, el gran espectáculo del
mundo parece continuar imparable y sin descanso sus representaciones!!.
Y nosotros, tomándonos por actores y espectadores, alternativamente, dentro de su enorme espacio, lloramos y reímos...gozamos y sufrimos según se van desarrollando los actos.
Y nosotros, tomándonos por actores y espectadores, alternativamente, dentro de su enorme espacio, lloramos y reímos...gozamos y sufrimos según se van desarrollando los actos.
¡Y
parece que esa sea nuestra única realidad tangible!
¿Qué salida se puede encontrar a ésta especie
de encerrona, si no buscamos e indagamos
por otros canales que los ya muy manidos y conocidos? Creo que de ser así, ninguna, más que
la de continuar en el papel, gozando y sufriendo identificado con el personaje
que haya tocado representar.
Dice el gran sabio Nisargadatta algo así como que
entre las orillas del dolor y el placer fluye el rio de la vida. Que el problema no
está en las orillas, sino en el estancarse en ellas.
Y es que algo importante sucede cuando nos
damos cuenta, que no es la mente, por otra parte un instrumento maravilloso,
sino su propensión a imaginar y a recordar, la que nos estanca en las orillas. Que
es su tendencia a dividir el simple acto de vivir entre experimentador y
experimentado y a generar un sujeto para cada experiencia, lo que nos arrastra a
un baldío discurso mental, en donde expectativas y frustraciones se entremezclan entre sí.
Entender, por lo tanto, que todo lo que sucede, en cuanto se levanta
el telón, que sería lo mismo, que decir que la Consciencia universal se
manifiesta a través de sus vehículos, cuerpo-mente, es parte de un juego
universal que "se divierte" creando formas. Y que esa energía que se
moviliza de distintas maneras y da lugar a todas las formas de vida, es nuestra
propia energía, hay una profunda reverencia hacia cada hecho, vivido siempre como Presente, y no teniendo que caer en los viejos hábitos de cotejarlo con un
pasado muerto o con un futuro imaginado, que no es más que el miedo de la mente
a tener que dejar vacío su territorio.
La vida despliega toda su belleza cuando es
vivida en un continuo AHORA, porque trasparenta una Realidad que permanece indivisa detrás de
toda apariencia y despierta el gran potencial que todos llevamos dentro. Nos
volvemos conscientes …...de ser consciente, no simplemente de lo que
sucede......sino de "aquel" gran espacio en donde todo sucede. Y
vamos dejando atrás esos trajes con los que nos vestíamos , de personajes oscuros,
marionetas del destino, al estilo de las grandes tragedias griegas, para ir
permitiendo que aflore nuestra propia luz y convertimos en la gran fuerza que
dinamiza y el gran poder que trasforma.
Seguramente que la tragicomedia , que a cada
cual nos toca representar, seguirá sus curso, como lo tenga programado, pero ya
no estaremos pendientes de la trama, estaremos atentos a aquello que le da
sentido. Nos volvemos Testigos, no implicados y amorosamente impersonales. Conciencia no
cambiante, en medio de cualquier cambio.
Y de esa manera, devolvemos la mirada, que
parecía tan entretenida en medio de los objetos de la comedia, para volverla al
sujeto, siempre Presente.
2 comentarios:
hola Beatriz, resuena totalmente tus palabras en mi Ser, gracias por hacernos recordar quienes somos y qué hacemos por este teatro llamado Vida.
¡Muy bien expresado!
Lo que adviene, tiene que ser vivido (con tu simil sería: interpretado en escena) del modo más despierto: esto ocurre ahora, yo estoy vivo aquí, podemos inclinarnos hacia donde mi 'ego' quede convenientemente desplazado.
-¿Que qué papel me ha tocado hoy en el reparto?
-Ningún actor piensa que va a ser feliz en la vida porque su personaje ría.
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