Somos muy conscientes de la necesidad de una higiene personal. Pero la mayoría de las veces es una higiene que reducimos al cuerpo, a la casa o a los objetos con los que trabajamos.
Sin embargo somos pocos conscientes de la cantidad de basura que dejamos entrar en nuestra cabeza. La Tv, los periódicos, las películas, los anuncios y hasta las relaciones sociales fomentan, en muchas ocasiones, el impacto emocional, a través de noticias espectaculares, películas violentas y sangrientas, tertulias televisivas que incitan a los enfrentamientos, otras de marujeo que sólo buscan ridiculizar y criticar a los personajes de los que tratan….Y así, como quién no quiere la cosa, damos cobertura y normalizamos esas actitudes en nuestra vida como ya se da por normalizado el carácter xenófogo de la extrema derecha.
Y de esos barros, estos lodos, que llenan de desazón y ansiedad nuestro cuerpo y nuestro pensamiento.
Ser higiénicos no deberíamos de basarlo sólo en una buena ducha y cepillado de dientes. Ser higiénico debe de incluir también nuestro corazón, nuestra cabeza y por supuesto nuestra lengua.
Así que igual que lavamos nuestra ropa con agua y jabón, deberíamos poner también a remojo nuestra emocionalidad y nuestros pensamientos para que se vayan desprendiendo de toda la suciedad que con nuestra permisividad y nuestra falta de atención se ha ido depositando en ellos, En forma de odios, rencores, murmuraciones, orgullo, ira o violencia.
Todo ha de estar limpio si queremos que la luz que los hace posible y los ilumina resplandezca y se transparente a través de ellos.
1 comentario:
Muy interesante, gracias por compartirlo.
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