Los nuevos retos
Creo
sinceramente que uno de los obstáculos más difíciles de salvar en nuestro
acercamiento a una comprensión más profunda de la existencia, es la de los
estereotipos que de manera más o menos inconsciente vamos incorporando a nuestra
nueva hoja de ruta.
Y es
que tendemos a construir una imagen mental de lo que significa eso de la
“realización” que tanto ansiamos. O pensemos que ahora toca imitar las formas
externas de vida de aquellos que hayamos tomado por guías, en uno u otro
momento.
Y lo
que sucede, en todos estos casos, en donde pretendemos poner el carro antes que
los bueyes, es que la vida, con su realismo aplastante nos re-sitúa sabiamente,
para que no creamos que se pueden saltar niveles, o dar un paso, antes de haber
dejado armonizado el anterior. Recoja su basura, es una ley universal, decía
Nisargadatta con sus siempre sabios consejos.
Y eso
nos tocará contrastarlo bien a menudo, ya que en nuestro ciclo vital hay
aspectos que hemos de encarar, tarde o temprano, como puede ser la enfermedad,
la vejez o la muerte. Asuntos que cuando las cosas van bien, preferimos no
tener que oír hablar mucho de ellas, pasar de medio lado o traspapelar a un
área en donde no nos impidan salir de nuestra zona de confort.
Por
eso me pregunto muchas veces si no habremos creado un “patrón de conducta”
espiritual, tan superficial, como aquel en que se les decía a los niños que a
ellos no les tocaba lloran o a las niñas que jugaran con muñecas.
Así,
si llevamos años investigando este asunto del vivir, e interesados en
filosofías que nos descubren la no dualidad, situándonos en una Conciencia
Impersonal, parece que eso de tener que seguir llevando con uno la condición
humana con sus idiosincrasias , debilidades y en muchos casos temores o deseos
aún sin resolver, nos causa terrible desasosiego.
Pretendemos pasar sin
más, a un paraíso siempre perfecto. Por eso, esa imagen que nos hemos
construido de nosotros mísmos, nos desconcierta cuando sentimos los nervios en
el estómago mientras esperamos un diagnóstico más o menos dudoso en la antesala
de la consulta del médico, o cuando el mundo que pensamos que hemos construido
vemos como se hace añicos. Nos cuesta llevar con nosotros nuestra humanidad,
ese aspecto vulnerable y finito que nos acompaña mientras el cuerpo y la mente
sigan estando disponibles.
De
ahí que se produzca muchas veces un sentimiento de fracaso en el yoga. Y no me
refiero al yoga físico, sino al concepto de yoga como unión. Unión entre
esencia y apariencia. Entre la Conciencia que todo lo impregna y la humanidad,
como manifestación finita y llena de diversidad, de calor y color. Y es que en
este camino de auto conocimiento o de reconocimiento de nuestra esencia, como
Conciencia o Presencia suelen ir surgiendo muchos escondrijos que habitaban esa
zona oscura o inconsciente que se negaba a aflorar al consciente y hacernos ver
la cantidad de deseos y temores postergados y escondidos. Y que en lugar de
rechazar o esconder, habrá que mimar, querer y acoger para integrar como algo
que está ahí, por diversos motivos, jugando a hacer su papel, y que ha de tener
su espacio, hasta que la conciencia, con su amor y lucidez venga a abrazarlos y
a rescatarlos.
Pero eso, como todo lo importante, es cosa de mucha humildad,
paciencia y apertura a la vulnerabilidad.
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