lunes, 14 de diciembre de 2020






Los nuevos retos

Creo sinceramente que uno de los obstáculos más difíciles de salvar en nuestro acercamiento a una comprensión más profunda de la existencia, es la de los estereotipos que de manera más o menos inconsciente vamos incorporando a nuestra nueva hoja de ruta.

Y es que tendemos a construir una imagen mental de lo que significa eso de la “realización” que tanto ansiamos. O pensemos que ahora toca imitar las formas externas de vida de aquellos que hayamos tomado por guías, en uno u otro momento.

Y lo que sucede, en todos estos casos, en donde pretendemos poner el carro antes que los bueyes, es que la vida, con su realismo aplastante nos re-sitúa sabiamente, para que no creamos que se pueden saltar niveles, o dar un paso, antes de haber dejado armonizado el anterior. Recoja su basura, es una ley universal, decía Nisargadatta con sus siempre sabios consejos.

Y eso nos tocará contrastarlo bien a menudo, ya que en nuestro ciclo vital hay aspectos que hemos de encarar, tarde o temprano, como puede ser la enfermedad, la vejez o la muerte. Asuntos que cuando las cosas van bien, preferimos no tener que oír hablar mucho de ellas, pasar de medio lado o traspapelar a un área en donde no nos impidan salir de nuestra zona de confort.

Por eso me pregunto muchas veces si no habremos creado un “patrón de conducta” espiritual, tan superficial, como aquel en que se les decía a los niños que a ellos no les tocaba lloran o a las niñas que jugaran con muñecas.

Así, si llevamos años investigando este asunto del vivir, e interesados en filosofías que nos descubren la no dualidad, situándonos en una Conciencia Impersonal, parece que eso de tener que seguir llevando con uno la condición humana con sus idiosincrasias , debilidades y en muchos casos temores o deseos aún sin resolver, nos causa terrible desasosiego.

 Pretendemos pasar sin más, a un paraíso siempre perfecto. Por eso, esa imagen que nos hemos construido de nosotros mísmos, nos desconcierta cuando sentimos los nervios en el estómago mientras esperamos un diagnóstico más o menos dudoso en la antesala de la consulta del médico, o cuando el mundo que pensamos que hemos construido vemos como se hace añicos. Nos cuesta llevar con nosotros nuestra humanidad, ese aspecto vulnerable y finito que nos acompaña mientras el cuerpo y la mente sigan estando disponibles.

De ahí que se produzca muchas veces un sentimiento de fracaso en el yoga. Y no me refiero al yoga físico, sino al concepto de yoga como unión. Unión entre esencia y apariencia. Entre la Conciencia que todo lo impregna y la humanidad, como manifestación finita y llena de diversidad, de calor y color. Y es que en este camino de auto conocimiento o de reconocimiento de nuestra esencia, como Conciencia o Presencia suelen ir surgiendo muchos escondrijos que habitaban esa zona oscura o inconsciente que se negaba a aflorar al consciente y hacernos ver la cantidad de deseos y temores postergados y escondidos. Y que en lugar de rechazar o esconder, habrá que mimar, querer y acoger para integrar como algo que está ahí, por diversos motivos, jugando a hacer su papel, y que ha de tener su espacio, hasta que la conciencia, con su amor y lucidez venga a abrazarlos y a rescatarlos.

Pero eso, como todo lo importante, es cosa de mucha humildad, paciencia y apertura a la vulnerabilidad.

No hay comentarios: