Llega el otoño y llega la lluvia con su cántico en los
cristales que es como una llamada a la introspección.
Nos recuerda
el necesario equilibrio de los cinco elementos que originan la vida,
en su cambio y renovación constante.
Sin embargo, los seres humanos, mientras no hemos profundizado en nuestros orígenes, pretendemos tener todo sujeto y
bajo control. Y de ahí nace el sufrimiento y las miles de
estrategias para sobrevivir en un mundo que es de nuestra entera creación.
Por eso hay que enseñar a la mente a
parar. Que aprenda a convivir con lo impermanente y cambiante como el
agricultor aprende a convivir con las estaciones, porque sabe que
cada una cumple con su función para el equilibrio total.
Y una mente tranquila, una mente
flexible y colaboradora no deja de ser una bendición....
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