Dicen que la duda es la noche del alma.
Y eso, en términos de tiempo y espacio puede ser así, Pero, aunque
fuera así, ya se sabe que las noches son las precursoras de la
claridad, y sin noche, no existirían tampoco los espléndidos días.
La dualidad tiene esas cosas. Y cuando nos movemos en esa dimensión
la duda forma parte de ella, nos acompaña, y todos, en unas u otras
ocasiones, nos hemos podido descubrir dudando de algo...., de la
sinceridad de las personas, de la honradez de los políticos, de
nuestras propias capacidades, del hoy....del mañana.... ...etc , etc
Y aún cuando emprendemos la aventura
de descubrir otras dimensiones, mas allá de lo que conoce la mente,
la duda continúa, ... aunque ahora ya en otra dirección. Empezamos
a dudar de todo aquello que creíamos real, dudamos de lo que nos han
contado que somos... de nuestras creencias....y hasta de si nuestros
logros y fracasos eran realmente nuestros...,. Y de esa manera no hay
duda , que la duda, valga la redundancia, se hace nuestra aliada y
nos ayuda a recapacitar e ir deshilvanando un ovillo que por momentos
nos asfixiaba.
Y entonces, la dedicación y la
práctica discriminatoria que la duda promueve, empieza a dar sus
frutos , y como un regalo, nuestro espíritu se empieza a inundar de
confianza. Porque la confianza, que es lo contrario de la duda, nace
del entendimiento de que hay algo que nunca nos abandona, (sin ser un
desodorante, porque un toque de humor nunca está mal), de que hay
algo que ha estado siempre ahí, igual que un amigo fiel, y empezamos
a confiar igual que el niño confía en sus padres, porque siempre ha
sentido su presencia, dedicación y desvelos.
Confiamos, o nos entregarnos, a lo que hay de permanente en
nosotros a través de todos los cambios, a lo que no ha sido tocado
por intereses de ningún tipo..., ni se ha dejado seducir por las
manipulaciones del ego.... ni ha estado sujeto a los trasiegos de la
vida . A sea, que confiamos en nosotros Mismos, no ya como
una persona, de la que ya hemos descubierto su vulnerabilidad, y sus
cambiantes intereses, sino como ese foco de atención impersonal que ha sido Testigo de todos los cambios.
Y por supuesto que la vida seguirá
girando como rueda de molino, y actualizando situaciones en las que
podrán existir dudas sobre su veracidad o sobre su engaño, pero de
lo que ya no volverá haber más dudas, será sobre cual es la
identidad con que las afrontamos, porque hemos descubierto un centro
impersonal desde el que vivir, un centro que, aunque se mueve también
con los hechos, no está sujeto a ellos, sino que como la luz de una
linterna, se encarga de darles realidad.
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